
Marchando una disyuntiva problemática: ¿Qué pesa más en ti: la necesidad de tener razón o la necesidad de buscar la verdad? La eficacia está en riesgo. Y está en peligro la buena toma de decisiones. En el empeño de tener razón a veces seguimos por un camino hasta que es demasiado tarde y otras veces reculamos demasiado pronto. El ego que mata más que los domingos y que la estupidez. Cada cual podrá encontrar ejemplos en carne propia y, por supuesto en carne ajena, que es menos doloroso. Esos trances en que hemos tirado de inercia y miedo para no admitir los desaciertos.
¿Os imagináis que el lema del Sur de Madrid fuera: “Aquí la necesidad de buscar la verdad está por encima de la necesidad de tener razón”? Somos tiernamente deplorables y asquerosamente humanos: es escuchar error o debilidad y echar a correr con zancadas de dinosaurio. Necesitamos que nos quieran, queremos sobrevivir y tenemos pavor a caer, y aunque nos negamos eso de dejar huella nos da mucho miedo pirarnos de esta vida pasando inadvertidos.
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Nuestra parte emocional nos hace revolvernos en cuanto nos llevan la contraria: ¡nos atacan, peligro! Pero ¿qué les he hecho yo? Y nos derriten los elogios. Con la razón en lo alto entendemos que hasta cierta crítica puede ser constructiva, pero nos marca a la hora de decidir: ¿Me critica? Enemigo. Somos más Hyde que Jeckyll y cuando nuestro primitivo se enzarza con el primitivo de enfrente solo falta el barro, digital o real. Intentas justificarte, pero nada… Con lo eficaz que sería poner a Jeckyll a los mandos y entender que quizás yo no tenga razón, o tú.